domingo, 21 de septiembre de 2008

Quizá simplemente se me olvide tu cara e intente recordarla a base de palabras, y ahí es dónde te vuelvo a encontrar y por supuesto me sonríes, con tu típica sonrisa burlona.



Con la mirada me preguntas dónde he estado todo este tiempo

mientras intento gritar deseando decirte que buscándote, sólo a ti, me doy cuenta de que no tengo voz.

Me miras sin comprenderme y no se me ocurre otra cosa que abrazarte recordando tantos momentos en mi memoria y palabras que tal vez nunca te diga.



Me correspondes el abrazo y el roce con tu piel me convierte en pequeña, pequeña y estúpidamente feliz. Loca por tenerte entre mis brazos.





Si fuera por mí, pararía este momento, lo plasmaría en el tiempo como “mi” felicidad absoluta.

En el tiempo que trascurre este abrazo (unos diez segundos) me separo de ti y te miro a los ojos esperando una respuesta tuya (ya que yo no tengo voz y aunque la tuviera...)






Pero te callas y ahora soy yo la que me vuelvo grande y tú estás a mis pies, como un niño pequeño agarrado a la falda de su madre.

(Me pregunto si también me buscabas, si al menos se te pasó por la cabeza la idea, me estremezco y me entra pánico a que la respuesta fuera un no)

Entonces es cuando te das cuenta de que en mi cara a parte de sonrisas también hay lágrimas, de felicidad, o no, no lo sé. Ya no controlo lo que siento.

Y ni siquiera te lo piensas, besas mis mejillas llenas de lágrimas haciéndome estallar en una carcajada, diciéndome que no me hace falta buscar más, que siempre te tuve delante y en mis sueños.

No hay comentarios: